Según cuenta Cervantes en la primera parte de Don Quijote:
“Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don Quijote; de donde como queda dicho tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que, sin duda, se debía de llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir.”
En el otro Quijote, el de Avellaneda, el maldito para el cervantismo oficial, pero de gran valor histórico al ser otra versión contemporánea de las aventuras de Don Quijote, el personaje don Alvaro Tarfe, un caballero granadino que casualmente pasa por “la Armagasilla” procedente de Granada y rumbo a unas “justas” famosas que van a tener lugar en Zaragoza, en este alto en el camino Tarfe conoce al señor Quijada y le pregunta, tras hospedarse en su casa y darse cuenta de sus ardores caballerescos, que en imitación de quien se puso el nombre de “Don Quijote” y este le contestó que en imitación a ninguno, que como se llama Quijada decidió ponerse Don Quijote “el dia que me dieron el orden de caballería”.
Entre las dos versiones sobre la cuestión del nombre de la misma historia, la de Cervantes y la del anónimo Avellaneda, creo más real la cervantina pues Don Quijote era personaje singular y de idiosincrasia sumamente esforzada buscando nombre a sus cosas y el propio Avellaneda reconoce que los documentos que manejo Cervantes sobre la historia de Don Quijote eran “relaciones precisas”, vamos, los mejores que había, acerca de una historia verdadera guardada en los “anales de la Mancha”.
Luego hemos de aceptar como verídico que ocho días tardó el señor Quijada (en mi opinión este hecho pudo tener lugar en mes julio de 1602) en hallarse adecuado nombre a su recién estrenada condición de caballero una vez tomada la decisión de dar vida al nuevo oficio, lo cual significa que la decisión no le fue fácil. Seguramente en esa semana estuvo manejando muchos y variopintos nombres, desechando colocarse nombres tan sonantes como los que había visto en los libros de caballería, pero tal vez su austeridad natural o la inspiración, la gran fuerza rectora de las tareas caballerescas, le llevó al más parecido a su nombre mundano y que al mismo tiempo sonaba como nombre “músico y peregrino y significativo” “como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto”.
Y bueno, ¿por qué Don Quijote?; en el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita (muy anterior pues es de 1330) encontramos citada la palabra “quijotes” y esos son las partes de las armaduras que cubrían los muslos. Los quijotes eran pues los protectores de los muslos en las armaduras. La armas que toma Don Quijote son de sus bisabuelos (época de los Reyes Católicos y de guerras de reconquista).
Y lo de protector debió de llamar la atención del caballero. Porque la nueva profesión que adoptaba exigía también un renovado nombre y el de Quijote encajaba a la perfección en la función de protector de las esencias humanas, los valores ancestrales aquellos con los que vio la luz el género humano (descritos en el “discurso de la edad dorada”) y que se fueron perdiendo o malvando en el camino, para lo cual vió luz la orden de la caballería andante, especialmente la renovada por Don Quijote.
Don Quijote, el Protector de las Esencias Humanas, esa es y no otra, la verdadera razón de su nombre.
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